lunes, 8 de diciembre de 2014

FORMACION DE LOS NIÑOS SOLDADOS

un método brutal para conseguir este tipo de tropa: raptaba a un muchacho, le torturaba física y psicológicamente y le obligaba a regresar a su aldea y matar a algún pariente o conocido; el asesinato se realizaba de forma que la comunidad supiera que él lo había cometido para descartar que pudiese regresar alguna vez. Después de eso, el nuevo recluta era capaz de cualquier cosa; estaba totalmente insensibilizado a la barbarie. Prácticas similares se han detectado en otros lugares, pero no son comunes y las perpetran grupos armados que no dependen del apoyo popular para sobrevivir. 
El reclutamiento forzoso practicado por muchos gobiernos también puede ser una forma de secuestro. En Guatemala, hasta alcanzar la paz hace apenas dos años, el ejército organizaba batidas para completar sus filas apresando jóvenes en autobuses, mercados y vías públicas, los recluían en centros de adiestramiento y, desde allí, los trasladaban a destacamentos alejados de sus hogares. Si las familias lograban enterarse de lo ocurrido y querían recuperar a los muchachos, debían entregar una documentación -a menudo inexistente- que se perdía si no se acompañaba del pago de una "multa"; además estas reclamaciones siempre llegaban "fuera de plazo" si los mandos consideraban que el muchacho ya estaba integrado en la estructura militar. 
Estudios psicológicos con niños irlandeses y palestinos -víctimas de conflictos de baja intensidad- afirman que la situación de guerra podría ser positiva para ellos porque les da una misión en la vida, orden, jerarquía, buen estado físico y un sentimiento de importancia, además de reforzar sus relaciones de amistad y su estabilidad, exigida por los grupos armados. Otros estudios indican que los niños católicos del Ulster se incorporaban al IRA porque sufrían de angustia y terror crónicos debidos a la presión del entorno, que los palestinos padecían tensiones postraumáticas -falta de sueño, pesadillas, problemas de abstinencia...- y que, en ambos casos, habían perdido legitimidad los modelos tradicionales de formación de la personalidad, como la autoridad de los padres. 
Inequívocamente, el paso por las armas resulta nefasto para los menores: pierden la posibilidad de recibir la necesaria enseñanza y la mayoría sufre traumas de difícil tratamiento. Después deTanque... un mes en un campamento de Tailandia, un niño de 15 años que había sido mando de los jemeres rojos durante cuatro años comenzó a oír dos voces "que discutían entre sí en mi cabeza"; la primera era un dirigente jemer enfadado porque el muchacho había desertado; la segunda, de un monje budista que le decía que "aún después de muerto, sería castigado por lo que había hecho". Al tratar de reintegrarse en la vida civil, los niños se reencuentran con códigos éticos y morales que han violado sistemáticamente, lo que les provoca graves trastornos psicológicos. 

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